La economía de Estados Unidos se expandió en 2018 a un ritmo del 2.9%, en buena parte gracias al impulso de los estímulos fiscales.
El ritmo es siete décimas más alto que el registrado en el ejercicio precedente e iguala al de 2015, pero, pese a su solidez, se queda una décima por debajo al objetivo que prometió Donald Trump.
El crecimiento se moderó en el cuarto trimestre hasta una tasa anualizada del 2.6%, desde el 3.4% del tercero y el 4.2% en el segundo. La expansión solo fue más baja entre enero y marzo, cuando se quedó en el 2.2%. Pese a ello, esta primera lectura es cuatro décimas mejor de lo anticipado. El dato se publica con un mes de retraso por el efecto del cierre parcial del Gobierno, que afectó a la agencia que elabora las estadísticas.
El consumo privado, que representa las dos terceras partes del crecimiento estadounidense —una economía que descansa, cada vez más, sobre el sector servicios—, avanzó a una tasa anualizada del 2.8% en los tres últimos meses del año, ocho décimas menos que en el tercer trimestre.
Esta moderación se comió el impulso de la inversión empresarial, que pasó de crecer el 2.5% al 6.2%. La exportaciones, por su parte, avanzaron un 1.6%, tras caer un 4.6% en los tres meses precedentes.
Esta moderación se comió el impulso de la inversión empresarial, que pasó de crecer el 2.5% al 6.2%. La exportaciones, por su parte, avanzaron un 1.6%, tras caer un 4.6% en los tres meses precedentes.
Es, en todo caso, la primera vez desde 2004 que esta economía supera la cota del 2% en todos y cada uno de los trimestres del año. La mitad del ejercicio pasado refleja claramente como las rebajas fiscales dieron alas al crecimiento, pero su efecto empezó a menguar en la recta final de 2018 y se espera que siga diluyéndose en el año en curso. La Reserva Federal anticipa en sus últimas proyecciones para 2019 un crecimiento del 2.3%.
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