El pasado sábado ingresó por Jimaní Joverlin Moise, de 27 años, quien recibió la protección de militares dominicanos apostados en esa zona de la frontera sur.
Se supo que días antes había llegado una hija del mandatario haitiano. Se desconoce el paradero de ambos jóvenes.
Las protestas contra Moise son dirigidas por la oposición política que reclama medidas económicas que permitan que los haitianos mejoren sus condiciones de vida y que se haga justicia con los supuestos actos de corrupción que rodean el manejo de los fondos Petrocaribe.
Más de diez personas han muerto en las manifestaciones, se han producido asaltos en comercios y se han incendiado decenas de vehículos en las calles.
La prensa haitiana recoge la preocupación de analistas políticos que advierten que, al ritmo que van los hechos, con una población en las calles sin un liderazgo que la controle, se estaría frente a la “somalización de Haití”. La frase es en alusión a las luchas entre grupos rivales en Somalia que tienen una impronta de hechos sangrientos.
El pasado jueves, Moise se dirigió a la nación en el fragor de las protestas y entre un llamado a la conciliación refirió que no dejará a su país en manos de bandidos. También dijo que se tomarían medidas para mejorar la situación de sus conciudadanos.
Y precisamente el sábado, el primer ministro Jean Henry Céant anunció una serie de medidas, a tono con los reclamos de la población, entre ellas la reducción de un 30% del presupuesto de la Presidencia, a fin de reducir los privilegios a los funcionarios, tales como la compra de combustibles y los viajes innecesarios.
De igual modo anunció una reducción de los precios de productos de primera necesidad, especialmente el arroz.
Otra de las medidas es la discusión con el Consejo Superior de Salarios para un posible aumento del salario mínimo.
El grito de las iglesias. Representantes de tres iglesias pidieron al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo y a los líderes de la oposición que busquen el diálogo para que haya una salida a la catastrófica situación por la que atraviesa Haití.
Monseñor Zachee Duracion, obispo de la Iglesia Episcopal, el pastor Sylvain Exantus, obispo de la Iglesia Protestante, y monseñor Max Leroy Mesidor, arzobispo de Puerto Príncipe, firman el documento en el que reclaman que se depongan los egos en favor del bien común.
Los religiosos entienden que la crisis haitiana, sin precedentes, podría terminar en un baño de sangre y evidencia cómo la mayoría de la población hace frente a un sistema injusto.
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